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Siempre hemos escuchado decir la educación de los hijos viene del hogar, es así que debemos ser conscientes de estas palabras, para impartir buenas enseñanzas que queden en la memoria para toda la vida. Evitar que los niños se acostumbren a las rabietas y llantos para conseguir lo que deseen, de tal forma que transformaremos un pequeño mimado en un niño tirano que puede llegar a destruir la convivencia y paz de la familia. Desde bebés tenemos que marcar límites a los hijos, ser firmes con nuestras decisiones y educarlos con mucha tolerancia, de tal manera que desarrollaremos mejor su conciencia y empatía hacia los demás.
Es innato en todos los padres querer proteger a los hijos para que no sufran y evitar que sus hijos padezcan incomodidades. No soportaríamos una mirada de desprecio o un arrebato del pequeño que nos haga sentir como los peores padres. Muchas veces para evitar que los hijos nos lancen un “te odio” o “los padres de mis amigos no los obligan” etc. hacemos cualquier cosa para complacerlos y sin pensarlo terminamos cambiando reglas establecidas y dándoles lo que quieran en ese momento. Teniendo esta actitud solo contribuiremos a maleducarlos, no confundamos el hecho de que el niño esté contento solo porque accedemos a sus caprichos, debemos saber diferenciar las enseñanzas que les brindamos.
En ocasiones los padres suelen acceder ante las solicitudes de sus hijos porque de esta manera ahorran tiempo, y no tienen que discutir o explicar el por qué no pueden decir sí a todo lo que se les pide. Otro error común es que los padres aligeran el trabajo de un niño y terminan por hacerlo ellos sin producir el menor esfuerzo por parte de los hijos, esta situación es aprovechada por los niños que saben cómo hacer que los padres se desesperen y cedan ante caprichos.
La calidad de vida y el trabajo ajetreado del día a día repercute en la mente de los padres, quienes sienten un gran sentimiento de culpa por el poco tiempo que pasan junto a ellos. Como llegan tarde al hogar luego de una labor extenuante, lo último que desean es discutir con los hijos, por ello se vuelven demasiado permisivos, consintiendo que jueguen al ordenador o la consola, o que cenen lo que más le gusta e irse a dormir cuando deseen.
Un factor adicional es la comparación que hacen los padres con su infancia, se acuerdan de lo que a ellos les hubiera gustado recibir o cómo los educaron con ciertas reglas que no compartían, en ese sentido buscan que sus hijos no pasen por esas experiencias.
En suma los padres siempre buscan agradar a los hijos, pensamos que si les gustamos se portarán mejor o harán mayor caso a las indicaciones. De antemano, ya sabemos que no les va a gustar cuando nos pidan algo y no se lo podamos dar en el momento, pero siempre es bueno establecer una comunicación con nuestros hijos indicándoles las necesidades y limitaciones que puedan haber en un determinado momento. No siempre estaremos dispuestos a dar cosas materiales y decir un sí rotundo a todo lo que pidan.
Mucho cuidado en convertir a los hijos en unos pequeños tiranos que terminarán por amargarle el día. Generalmente, los niños que con estas características tienen dificultades para demostrar empatía, suelen insultar a los padres hasta exigirles que accedan a cosas. Es necesario establecer los límites desde que son bebés, de lo contrario después su hogar puede convertirse en un caos.
Los llamados niños tiranos han sido criado sin tener los límites necesarios. Cuando esto ocurre y buscan imponerse ante los padres, quieren demostrar poder y dominio. Esta situación hace que los padres pierdan la paciencia creando un clima de tensión que merma la convivencia familiar.
-Esperan que todo gire a su alrededor, que las demás personas los atiendan, teniendo un sentido exagerado de lo que les corresponde.
-Expresan rabietas, ataques de ira inclusive insultos cuando no ceden a sus caprichos, por ello demuestran una escasa tolerancia a la incomodidad.
-No presentan recursos para poder enfrentar problemas o experiencias negativas.
-Se siente el centro del universo.
-Esperan que los demás resuelvan sus problemas, buscando justificaciones a las conductas negativas que tienen, culpando a las personas de la actitud que puedan demostrar.
-Carecen de empatía, no se dan cuenta de la manera cómo afecta su conducta en el resto de personas.
-Siempre piden cosas sin cesar, no están contentos hasta volver a solicitarlo.
-No sienten pena o culpa por los actos que realizan.
-Nunca están de acuerdo con las normas y/o castigos. Critican a los padres, tildándolos de injustos o malos, sobre todo si saben que por ello obtendrán algún beneficio a cambio.
-Requieren atención de todo el mundo, si les damos más seguirán reclamando.
-Como no responden a las estructuras sociales establecidas ni a la autoridad, les cuesta adaptarse en el ámbito social como la escuela.
-Suelen tener baja autoestima, se sienten tristes, enfadados, ansiosos y frágiles.
-Los niños que presentan este comportamiento cumplen con los criterios de algún trastorno conductual o mental grave, a pesar de que no haya alteraciones biológicas, fisiológicas, del desarrollo o genéticas, ni motivo observable que explique las dificultades que están presentando.
-Debemos cuidar la confianza, inclusive desde el embarazo establecer un diálogo con nuestro hijo. La etapa más sensible de la vida es el nacimiento y el tiempo posterior.
-Los mimos durante los primeros seis meses son normales, ya que las necesidades de consuelo y alimento hay que satisfacerlas en el momento, brindándoles todo nuestro amor posible. Cuando cumple un año debemos empezar a establecer límites.
-No hay que perder el principio de autoridad, la estructura de la familia debe tener jerarquía, si hay que ser autoritario en algún momento para corregir hay que serlo.
-Los padres deben mantener el mismo mensaje, para no confundir al niño.
-Puedes desarrollar su conciencia y sentimiento de culpa. Evitemos que cuando sean mayores demuestran violencia con sus padres, hay que educarlos con tolerancia. Es recomendable enseñarles desde pequeños, cuáles son los actos positivos y la satisfacción de sentirse bien al realizarlos.
-No hay que sobreproteger a los hijos, ellos deben aprender que no todo es fácil en la vida y que cuando en el futuro sufran consecuencias negativas serán más cuidadosos para evitarlas.
El procedimiento de verificación: es una manera de asegurarnos de que el pequeño entendió lo que le pedimos que hiciera o resolviera, si notamos que está distraído, le preguntamos ¿me has entendido?, si responde afirmativamente, estaremos seguros de que hará lo que le hemos dicho, de lo contrario asumirá las consecuencias.
La técnica del corte: hay que ser firmes con las indicaciones, evitemos que llore sin cesar y que nos manipulen a su antojo, hay que cortarle a tiempo diciéndole que si continúa así le castigaremos.
La tregua: Cuando haya una situación de ira o conflicto, esperemos a estar calmados para dar la solución al problema, así evitaremos tomar decisiones erradas enfrentándolas con mayor serenidad.